No conversé con Dios mientras estuve aquí.
Mi primer día en el ejercito fue un desastre, nunca en mi vida había sentido tanta hambre. Nos levantamos a las 5:00 de la mañana y sólo tuve tres minutos para vestirme y hacer la cama. Al igual que en mi hogar, yo pensé que iríamos a tomar desayuno, sin embargo fuimos de inmediato a una interminable sesión de ejercicios. Yo creía que mi papá era gritón, pero el sargento a cargo de la tropa, realmente sobrepasó todo límite de decibeles que un ser humano normal puede emitir. Apúrate debilucho de mierda – me gritaba sin cesar en mi oreja, dejándome con un pequeño pero molesto pito en el oído. Después de la larga jornada de ejercicios, la cual se extendió hasta las 12:00 del día, nos indicaron que se nos entregarían el almuerzo. El estruendo que provocó la noticia entre los conscriptos, nos proporcionó una hora más de ejercicio y casi nos deja sin la preciada merienda. Ya sentados con mi bandeja y mi rico plato de sopa, el cual tenía dos papas cocidas un trozo de zapallo y un trozo...